Existen en el mundo muchísimos textos no científicos, pero sería difícil encontrar uno menos científico que el Talmud. Aun así, recomiendo muy en serio su lectura. Permítanme explicarme.
Estudiar el Talmud es estudiar lectura. El Talmud es el desafío definitivo a los lectores atentos. Tanto si se lo hace como es debido, estudiando durante toda una década, como si uno se limitase a escarbar la superficie durante uno o dos años, es imposible que se complete su estudio sin haber adquirido nuevos conocimientos sobre cómo exprimir, destilar, sonsacar, arrancar, arrebatar, filtrar o cualquier otra manera de extraer significado a un texto difícil. En la actualidad, pocos científicos saben leer en serio. Están acostumbrados a hojear rápidamente artículos para extraer los datos y seguir adelante, sin molestarse en recrearse en el texto en busca de matices. Lo más probable es que no exista ningún matiz. Por lo general, la lectura es irrelevante para la ciencia. Pero existen excepciones, y pueden ser importantes.
En una lectura superficial. los textos dicen una cosa; entre líneas, abordan cuestiones básicas que aún están por resolver.
Unas palabras más acerca del Talmud. Está compuesto como un texto básico con una enorme serie de comentarios. Se supone que cada comentario no sólo se refiere al texto básico (o, al menos, tiene conciencia de él), sino también a todos los comentarios que le preceden. El propio texto básico es una estructura con dos niveles: una concisa «base básica» llamada Mishnah y un largo comentario no muy organizado, llamado Gemara. Estudiar el Talmud es estudiar lectura atenta al nivel más alto posible de precisión analítica y rigor. A todo futuro científico le vendrían muy bien uno o dos cursos de estudio del Talmud.
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DAVID GELERNTER, profesor agregado de informática en la Universidad de Yale, es una de las principales figuras de la tercera generación de especialistas en inteligencia artificial. Hace trece años, cuando todavía era estudiante posgraduado, Gelernter diseñó un importante lenguaje de programación, llamado Linda, que permitió conectar varios ordenadores para que trabajaran en un mismo problema. Desde entonces se ha revelado como uno de los pensadores más influyentes en el campo de la informática paralela o distribuida. Es autor de Mirror Worlds, The Muse in the Machine y 1939: The Lost World of the Fair.